lunes, 28 de abril de 2014

Fútbol y Política: «Entre balconazos y vueltas olímpicas. Velasco Alvarado y Morales Bermúdez en las Eliminatorias a México 1970 y Argentina 1978»

Por Ernesto Moreno Ampuero*
@HistoriayFutbol
@Ernesto__Moreno


En agosto de 1969 en nuestro país se cumplían dos mes de promulgada la polémica Reforma Agraria (Ley N° 17716), contemplada en el famoso «Plan Inca». El «Gobierno Revolucionario de las FF.AA.» dirigido en su primera fase por Juan Velasco Alvarado, de clara tendencia nacionalista, estatista y socializadora puso en práctica uno de los máximos reclamos perseguidos por los campesinos desde la década de 1950, bajo el lema ‘la tierra es de quien la trabaja’. Un año antes había nacionalizado los yacimientos petrolíferos de la Brea y Pariñas en Talara, en poder de la International Petroleum Company, para lo cual tuvo que devolverse millones de dólares del fisco a la familia Rockefeller, dueña de la empresa petrolífera, por un supuesto cobro indebido de impuestos. Esta primera medida netamente popular fue saludada por diversos políticos de derecha e izquierda, intelectuales y ciudadanos.

El General de División, Juan Velasco Alvarado, a la sazón presidente del Comando Conjunto de las FF.AA., había llegado  a la presidencia tras derrocar a Belaúnde en octubre de 1968. El ‘Chino’, como también se le conoció a Velasco, de esta manera, asestó un duro golpe a la oligarquía peruana[1] -defendida desde el Parlamento por la inédita alianza política entre Odriístas y apristas: APRA-UNO (conocida también como la “Súper Convivencia”) que interpuso todo tipo de trabas para que el gobierno Belaundista no lleve a cabo las reformas con las que ascendió al poder(entre ellas las de ofrecer solución a la desigual concentración territorial en el campo en pocas manos)- al arrebatarles su poder fáctico más preciado: la propiedad de la tierra. Numerosas haciendas y latifundios de la costa y sierra del país sucesivamente serían expropiadas y convertidas en cooperativas agrarias de propiedad social durante los siguientes años. Muchas de las grandes familias de gamonales y terratenientes del centro y norte del país se vieron bastante perjudicadas con la ejecución de la referida reforma.

Considerada como radical, esta medida del gobierno de reivindicar a la ignorada clase campesina obedeció a la dramática y urgente coyuntura del agro peruano, cuyo punto más álgido se produjo en los setentas del siglo XX[2]. Los medios de comunicación, radiales, escritos y televisivos, controlados por la dictadura militar, diariamente reportaban los avances de la mencionada Reforma en el interior del país.

En esta circunstancia, la política peruana del gobierno de turno se apoyó en el fútbol como un novedoso “opio del pueblo” y su fórmula de “pan y circo”  -favorecida por su masiva convocatoria-.  Se sirvió de este deporte para generar adeptos al reciente régimen, acallar o neutralizar críticas de la oposición y legitimar la dictadura ante la población. Por un lado, no fue extraño ver pues a militares presidiendo algún club limeño o dirigiendo las principales entidades del deporte en el país[3]. Tampoco sorprendían las visitas que los representantes del gobierno, casi todos ministros militares, hicieron constantemente a las concentraciones de la selección o la presencia de éstos en cuanto eventos deportivos que concitaran la atención de gran público se produzcan.

Uno de estos casos sucedió por ejemplo en agosto de 1969. La selección peruana de fútbol luchaba por su clasificación al Mundial que se iba a realizar en México el siguiente año. De aquella magnífica campaña muchos recordarán el célebre empate a dos ante Argentina en la mítica Bombonera de Boca Juniors, gracias a los goles del delantero Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez. Pero pocos, seguro, que esta hazaña se gestó desde el primer partido del grupo con la resonante victoria sobre Argentina por 1 a 0 en el Nacional de Lima. Sin embargo, la proeza en Buenos Aires quizás no hubiera tenido tal significado si días antes no se derrotaba a Bolivia por 3-0 en Lima, triunfo que nos puso a tiro de la clasificación. La trascendencia del partido ante los bolivianos de cara a la clasificación, y su impacto mediático en el aficionado peruano, lo supo perfectamente Velasco, quien no dejó pasar la oportunidad de robarles el show a los futbolistas aprovechando que dicho día nuestro primer escenario deportivo lució totalmente colmado. Y vaya chapuzón de popularidad que se dio. La coyuntura deportiva, por entonces, se prestó para sus soterrados fines: el patriotismo desbordado del público peruano. ¿Por qué? El Estadio Nacional de Lima, lleno de bote a bote, se presentó como escenario perfecto para la revancha contra la selección de Bolivia, que la semana anterior, el domingo 10 de agosto, nos había infligido una dolorosa derrota en el Estadio Hernando Siles de La Paz. El clima de animadversión y «venganza» contra el rival no se generó tanto por el marcador, que fue un ajustado 2-1, sino porque tal resultado fue favorecido y producto del vergonzoso arbitraje del yugoslavo-venezolano Sergio Chechelev[4].

Aquella recordada tarde del domingo 17 de agosto nuestro himno nacional fue fervorosamente coreado por las cerca de 50 mil almas que retumbaron el recinto deportivo. Seguidamente el Presidente de la República, Juan Velasco Alvarado, rompió todos los precedentes en los anales del fútbol peruano y bajó desde la tribuna oficial para entrar al campo de juego, estrechar la mano y abrazar a cada uno de los jugadores de la blanquirroja; mientras el público enloquecido de las cuatro tribunas incansablemente ovacionaba el gesto populista.

Velasco sorpresivamente hizo lo mismo con el árbitro del partido y los integrantes de la selección altiplánica. Después del saludo dio una vuelta olímpica por la pista atlética del Estadio Nacional acompañado del Ministro de Educación, General Alfredo Arrisueño, del Ministro del Interior, General Armando Artola, y del Presidente del Comité Nacional de Deportes, Dr. JavierAramburú[u1]  Menchaca; por su parte el público seguía jubiloso y caluroso con la ovación.  La tribuna de honor y la preferencial -siempre símbolo de la flor y nata de la oligarquía- no se quedó atrás y también aplaudió fervorosamente, aunque parezca mentira, mientras el Presidente declaraba: “Arriba Perú. Saludo a la afición peruana que en este momento grande vibra con el deporte. Creo que el deporte ha tenido la virtud de acrecentar el nacionalismo en el Perú. Ese nacionalismo tiene olor a petróleo y Reforma Agraria.”

Se trató quizás de la única vez que un presidente peruano recibió semejante aceptación de público en un recinto deportivo. Nunca fue más aplaudido un Jefe de Estado. Esto también se explica porque en la memoria de las personas seguía fresca la toma de la refinería de Talara de manos norteamericanas, hecho que se celebró posteriormente a lo largo del gobierno militar cada 09 de octubre con el “Día de la Dignidad Nacional”. Muchos creyeron que Velasco Alvarado encarnaba el ideal de progreso y cambio que el primer gobierno Belaundista no logró por diversos factores políticos, tales como el constante boicot parlamentario de la Coalición APRA-UNO, que le impidió cumplir las reformas prometidas y que en la agenda velasquista, ya sin Congreso de por medio, eran prioridad. La gente le tomó bastante cariño por ello, pero lo que en realidad buscaba Velasco era legitimar su inicial régimen que no llevaba ni un año de instalado antidemocráticamente. Para seguir adelante con su plan de nacionalizaciones necesitaba de un respaldo popular masivo y para ello requería una fuerte base social. Y el fútbol, conforme a sus intereses populistas, aumentaba el ferviente nacionalismo en la población.

Semanas después, al presente episodio, Perú alcanzó la ansiada clasificación al Mundial de México tras el empate que, con mucha garra, obtuvo en la inexpugnable Bombonera ante la Argentina de Perfumo, Brindisi, Marzolini, Rendo y Tarabini, y que ya todos sabemos se celebró con mucha algarabía. Desbordes y fiestas populares, caravanas de hinchas, bailes en las calles, manifestaciones espontáneas en todo Lima y varias partes del país daban cuenta del notable efecto distractor-y de espectáculo- que el futbol podía conseguir. Los festejos en el país se extendieron durante los siguientes días en la capital. Lo que engrandeció aún más la hazaña fue que solo se contaba con jugadores locales que luego se consagrarían a nivel mundial como Sotil, Chumpitaz, Gallardo y Cubillas. Mientras el ‘futbolero presidente Velasco no desaprovechó ningún instante y se “subió al podio” de los mundialistas promoviendo multitudinarios balconazos desde su casa, además de innumerables agasajos en Palacio de Gobierno en los que no perdía el tiempo de fotografiarse con los principales jugadores. Una sobreexposición digna de película.

Durante esta década el futbol peruano colectivamente vivió un auge inusitado, del que se careció en los 50’ y 60’. Las buenas actuaciones del combinado nacional situaron al deporte rey en el corazón mediático de la prensa. A su vez, en esta década el fútbol se terminó de convertir en parte neurálgica de nuestra vida en sociedad[5]. Ello se debió a que el Estado invirtió desde la educación pública en el deporte. Así, por ejemplo, tenemos los torneos inter-escolares en las emblemáticas grandes unidades, semilleros muchas veces de grandes cracks. Se privilegió la enseñanza de la educación física y la práctica del futbol, vóley, basquet y el atletismo entre otras disciplinas pero siempre fiel a la doctrina nacionalista, acorde con la ideología del régimen militar en el poder. Se reafirmó el “Mente sana, en cuerpo sano”.

La ‘época dorada’ del futbol peruano y las dictaduras militares

Como vimos, la denominada época dorada del futbol peruano coincidió con la dictaduras militares de los setentas y se prolongó hasta inicios de los ochentas, con el regreso de la democracia y restauración en el poder del derrocado arquitecto Fernando Beláunde. Durante esta década —marcada políticamente, como ya se dijo anteriormente, por el Gobierno Revolucionario de la FFAA— nuestro país gozó de un bien merecido prestigio futbolístico tanto a nivel sudamericano como mundial debido a la brillante generación de futbolistas que conquistaron para el país su segunda Copa América, en 1975 tras derrotar en la final a Colombia, y alcanzar en dos oportunidades los cuartos de final de los mundiales en los que se participó.

Aquella notable camada de jugadores estuvo conformada inicialmente por Víctor Zegarra, Julio Baylón, Pedro Pablo León, José Fernández, Luis Cruzado, Héctor Chumpitaz, Roberto Challe, Ramón Mifflin, Alberto Gallardo, Orlando de la Torre, Eloy Campos, entre otros, complementada luego de manera acertada, por Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, Juan Carlos Oblitas, Juan José Muñante, César Cueto, Percy Rojas, Alfredo Quesada, Jaime Duarte, Rubén Díaz, José Velásquez, Gerónimo Barbadillo y un experimentado Julio Meléndez.

Pero creemos que debajo de esta política del fomento del deporte y los valores en el país se ocultaban otros fines instrumentales. ¿Era el futbol un nuevo ‘opio del pueblo’? Para la época ya se había consolidado como un deporte de masas, era el preferido por la afición. Se convirtió también en un fenómeno sociológico que reflejó el rápido crecimiento poblacional de Lima producto de las migraciones de la costa, sierra y selva; norte, centro, oriente y sur del país, como lo demostró por ejemplo nuestra selección amateur que participó por segunda y última vez en unas Olimpiadas de fútbol (Roma 1960). El público acudía masivamente al Estadio Nacional a ver los famosos ‘tripletes’ de partidos tanto del Descentralizado, la Finalísima de la Copa Perú, los antiguos Campeonatos Nacionales Amateurs –disputados cada dos años– y sobre todo cuando jugaba la selección tenga o no posibilidades de clasificación. Esto lo sabían bien los militares por lo que se aprovecharon del futbol y su coyuntura para contentar a las multitudes, y legitimar sus dictaduras, con la creación del Instituto Nacional de Recreación, Educación y Deporte (INRED), semejante a lo que hoy es el Instituto Peruano del Deporte (IPD), bajo la influencia del modelo cubano castrista[6]. Mediante este organismo fiel al totalitarismo de las dictaduras se buscó ejercer un control ideológico sobre la población a través del nacionalismo en los deportes amateurs.

Para las eliminatorias al mundial de Argentina 1978 sucedió algo similar. El sábado 26 de marzo de 1977 en el Estadio Nacional, en el último partido del grupo que también compartía Ecuador, nos jugábamos la clasificación ante Chile. Una revancha quedaba pendiente por saldar ante los sureños que nos dejaron fuera del Mundial de Alemania 1974, tal vez por un exceso de confianza de nuestra selección aquella vez. Perú llegaba a este nuevo ‘Clásico del Pacífico’ casi en igualdad de posibilidades que los de la estrella solitaria. Se debía ganarles, obligatoriamente, para poder acceder a la liguilla final de los mejores 3 equipos de Sudamérica, que finalmente otorgaba dos cupos al mundial argentino[7]. En la semana previa, casi todos los ministros del régimen militar, a la cabeza de Francisco Morales Bermúdez, declararon sobre el partido como si fueran los jugadores demostrando así la trascendencia que tenía el deporte para sus fines. Aunque valgan verdades, prácticamente toda la presente eliminatoria se comportaron así. El jefe del INRED, Luciano Cúneo, en plena coyuntura de efervescencia manifestaba reavivar los proyectos de ampliación del Estadio Nacional[8]

Finalmente en un ambiente festivo, Perú venció con total justicia por 2-0 a Chile con goles de Sotil y Oblitas, mientras el presidente Morales Bermúdez[9] hizo un espectáculo que no fue tan celebrado como el que Velasco había hecho 8 años antes. Algunos testigos del acto mencionan que estuvo con unas copas de más. Sin embargo, pese al rechifle ensordecedor de algunas tribunas, que le gritaban no hacer política con el fútbol, como ante la ovación de las otras, no pudo contener su emoción y, una vez que el árbitro brasilero Armando Coelho decretó el final del encuentro, dejó raudamente el palco oficial de las autoridades para meterse al campo de juego y desatar su euforia y más grandes pasiones. Se enfundó en un gran abrazó con el recordado técnico Marcos Calderón -el más exitoso de nuestro balompié- y cada uno de los jugadores. Luego se puso la camiseta del capitán Meléndez y cantó a viva voz el Himno Nacional ante el delirio generalizado del público asistente que no le silbaba. Lima, aquella noche, fue un carnaval. Los siguientes días seguían las portadas como los homenajes rendidos por el Presidente acompañado de su Gabinete Ministerial en el Círculo Militar. Perú atravesaba una racha de éxitos deportivos en básquet, vóley, futbol y golf[10]. Las promesas del Presidente Morales Bermúdez, secundado por el Ministro de Educación de la época, General Otto Elespurú, de seguir apoyando e invirtiendo en los deportes amateurs no cesaron a la vez que el exhibicionismo de los militares a lo largo de esta década.

Vemos pues que fútbol y política en nuestro país no han estado divorciados y, al contrario, estuvieron fuertemente de la mano durante la etapa más gloriosa de su historia. Aunque dicho acercamiento hacia el deporte por antonomasia de las masas –concretizado en apoyo económico del estado– siempre estuvo alineado a intereses nacionalistas, afines a los Gobiernos Militares de los setenta, que aprovechando su gran convocatoria lo emplearon para legitimar sus dictaduras y ejercer cierto control sobre la población que potencialmente pudo convertirse en opositora a sus fines políticos. El fútbol se constituyó, por entonces, debido a sus efectos distractores en un poderoso instrumento de dominación ideológica sobre la sociedad, cuyas consecuencias no dejaron pasar presidentes como Velasco Alvarado y Morales Bermúdez.

* Director de "Historia, Tradición y Fútbol". Egresado (Bachiller) de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales, UNMSM.

Fuentes y Bibliografía:
Libros:
- CONTRERAS, Carlos y CUETO Marco. Historia del Perú Contemporáneo. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 2007.
- PEASE, Henry. El Ocaso del poder oligárquico: lucha política en la escena oficial, 1968-1975. Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo. Lima. 1980.
- LOWENTHAL, Abraham (comp.). El gobierno militar: una experiencia peruana, 1968-1980. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 1985.
- KLAREN, Peter F. Nación y sociedad en la historia del Perú. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 2004.
Periódicos:
- Diario “El Comercio” – julio, agosto, setiembre de 1969; enero, febrero y marzo de 1970, enero, febrero, marzo de 1977
- Diario “La Prensa” – julio, agosto, setiembre de 1969; enero, febrero y marzo de 1970, enero, febrero, marzo de 1977

Internet:
- Desde “1975: Cuando los militares y el INRED quisieron tumbar el fútbol profesional en el Perú”:
http://www.cronicaviva.com.pe/index.php/component/content/article/62-roberto-salinas-comenta/13141--1975-cuando-los-militares-y-el-inred-quisieron-tumbar-el-futbol-profesional-en-el-peru
- “Chechelev, un árbitro infame y descarado”:
http://leyendasyrelatosdefutbol.blogspot.com/2009/04/chechelev-un-arbitro-infame-y-descarado.html


[1] La oligarquía en el Perú ejerció un gran dominio político-social-económico y cultural sobre la mayor parte de la población del territorio. Dicha élite se enquistó en el poder de forma directa en el gobierno o de forma tácita a través de alianzas con el capital extranjero. Su estancia se dio durante buena parte de la historia de la República, desde el siglo XIX y se prolongó hasta gran parte del XX. Así, tras una lenta agonía visible en varios aspectos desde la década del 50’ del siglo pasado; la decadencia y posterior cancelación del estado oligárquico implicó evidentes cambios estructurales sobre todo en cuanto al régimen de propiedad territorial tanto en la costa como en la sierra luego de producida la Reforma Agraria en 1969, cuyas consecuencias pueden verse aún en la actualidad.
[2]La necesidad de una reforma agraria en el Perú fue planteada desde finales de los cincuenta del siglo pasado, durante el gobierno oligárquico de Manuel Prado y Ugarteche, al tomarse conciencia de los riesgos políticos y sociales de una estructura de propiedad de la tierra que excluía de su acceso a la mayoría de pobladores campesinos y que mantenía en el atraso económico a gran parte de las áreas rurales. Por ejemplo, en 1962 el gobierno militar de Ricardo Pérez Godoy, dictó una ley de reforma agraria circunscrita al valle de La Convención, en Cusco, reconociendo una grave situación de hecho resultante de grandes movilizaciones campesinas como las encabezadas por el guerrillero Hugo Blanco.

[3] Por ejemplo, el contralmirante de la Marina, Augusto Gálvez Velarde, presidió largos años el club Sporting Cristal para luego ser el titular de la FPF en 1977, tras suceder en el cargo al General Manuel Monassi, y finalmente dirigir el INRED, hoy IPD.

[4] En uno de los más tristes capítulos de la historia del fútbol peruano, las crónicas narran que si bien Perú aquella tarde no cumplió el mejor de sus partidos, lo que el árbitro cobró en contra no tuvo nombre. Casi al final del partido, anuló inexplicable e increíblemente un gol legítimo al delantero Alberto Gallardo, que a la postre hubiera sido el empate en la siempre difícil altura de La Paz. Esto provocó la indignación y protesta de todo el equipo, desencadenándose una trifulca con agresiones y drásticas sanciones. En el Nacional, momentos previos al partido de vuelta, la ira e ingenio del público peruano no se hizo esperar pues se montó un espectáculo llamado “El castigo a Chechelev”, donde un personaje vestido de charro mexicano pisoteó, apaleó y quemó un muñeco de trapo que representaba al polémico árbitro.

[5] Durante esta década tanto los medios de comunicación radiales como televisivos consolidaron la captación de la atención de las masas, proceso iniciado años atrás con la cobertura que los periódicos limeños le daban en amplias secciones deportivas especializadas en sus ediciones diarias. No olvidemos que a partir del primer mundial mexicano los partidos empezaron a trasmitirse vía microondas. Así, el fútbol logró convertirse en un fenómeno sociológico en nuestro país. Del quizás deporte más pasional y preferido por las multitudes es menester precisar que durante el tránsito de los 50’ a los 70’ logra dar pasos agigantados en su evolución favorecidos por los factores ya mencionados. Lo dicho, no solo se puede apreciar en los partidos del torneo local, sino también en los amistosos que la selección sostuvo ante potencias como Inglaterra (1959) o España (1960), en eliminatorias ante Brasil (1957), Colombia (1961) o Uruguay (1965), en los sudamericanos disputados en Lima (1953, 1957) y en los mismos encuentros de la selección amateur en los torneos preolímpicos (1960 y 1964) en los que la gente colmó nuestro primer recinto deportivo.

[6] El órgano rector del deporte peruano, en ese momento por la influencia de Fidel Castro, pasó a llamarse INRED, una copia del INDER cubano, que daba prioridad al deporte, a la educación física y a la recreación, en ese orden. La copia peruana ponía la primero a la recreación, luego a la educación física y al final al deporte. Anteriormente se llamó Comité Nacional de Deportes.

[7] Perú sumaba 4 puntos, fruto de sendos empates de visita ante Chile (1-1) y Ecuador (1-1) y un triunfo de local ante los norteños (4-0) y la victoria era una necesidad para superar a Chile que con 5 puntos, merced a sus dos victorias ante Ecuador  y un empate de local contra Perú, solo le bastaba un empate.

[8] Cúneo declaraba al diario “La Prensa”, días previos al partido ante Chile en Santiago, los deseos del Gobierno Militar de revivir un viejo proyecto de remodelación del primer escenario de nuestro país. La idea del régimen era invertir entre seis y siete millones de soles de oro en ampliar el Estadio Nacional para aumentar su capacidad a 60 mil personas.

[9] El General Francisco Morales Bermúdez dirigió el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, en su segunda fase, al perpetrar un repudiado golpe de estado a Velasco Alvarado, conocido como el ‘Tacnazo’ en agosto de 1975. Se caracterizó por su tendencia derechista al desactivar la mayoría de reformas nacionalistas de su predecesor.

[10] En marzo de 1977, nuestro país vivió 20 días de gloria deportiva. Dicha racha la inició la selección femenina de vóley con Lucha Fuentes, Irma Cordero y Ana Cecilia Carrillo al conquistar por sexta vez el sudamericano en el coliseo Amauta, tras derrotar a Brasil. Le seguiría la selección femenina de básquet, dirigida por el norteamericano Sims, en un ambiente de verdadero carnaval deportivo al coronarse por primera vez campeona sudamericana luego de vencer al favorito Brasil. El golf no se quedó atrás con Patricio Alzamora al llevarse el título sudamericano de su categoría, en varones y Alicia Dibós, en damas.