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Por
Ernesto Moreno Ampuero*
(@Ernesto__Moreno)
(@Ernesto__Moreno)
En este mes se cumplirán en nuestro
país 50 años de la mayor tragedia ocurrida en un campo deportivo en el Perú, en
el marco de un partido de fútbol. Sí, me refiero a la catástrofe del Estadio Nacional de la tarde del
domingo 24 de mayo de 1964, día en el que nuestro primer
escenario lució abarrotado de 47, 155 personas –según estadísticas arrojadas
por diarios de la época, pero en realidad fueron cerca de 55 mil los que
colmaron las graderías del coloso de José Díaz[1]– con un saldo trágico, de acuerdo con
las cifras oficiales, de
312 personas fallecidas producto de asfixia y aplastados por la estampida
humana que pugnó por salir por las entradas cerradas, aunque según las imágenes
y versiones de numerosos testigos de los hechos, las víctimas de los
lamentables sucesos fueron muchísimas más de las que se contabilizaron[2].
La
hecatombe, desencadenada por un polémico gol anulado en el partido que
enfrentaba a las selecciones amateurs de fútbol de Perú y Argentina con ocasión
del torneo Preolímpico de Tokio 1964, fue quizás el punto más álgido de una
década de agudas tensiones político-sociales en la capital y el resto del país,
que también se vieron reflejadas en el deporte rey. Sin embargo, no se trató del
único triste capítulo por recordar. En varias oportunidades, anteriores al
mencionado episodio, también se presentaron reprochables desmanes del público
espectador en las tribunas, que por poco no acabaron en el mismo fatal resultado.
La
violencia y la protesta radical se habían enquistado en el seno de la sociedad
de entonces y adquirieron un particular significado político. Para entender la
tragedia, no debe recurrirse exclusivamente a factores netamente futbolísticos o
deportivos –como
el error humano de tener cerradas las puertas de acceso al estadio, el
fanatismo del embriagado Víctor Matías Campos Vásquez, alias “negro Bomba”, o
las desacertadas medidas policiales de arrojar gases lacrimógenos a las
tribunas Oriente y Norte–.
Hubo otros factores que explican la descomunal cantidad de muertos y se
encuentran más allá de lo meramente futbolístico. Recordemos que el Perú de la
década del 60’ del pasado siglo estuvo marcado fuertemente por una crisis
económica, política y social, era la agonía del poder de la Oligarquía en el
país[3]. Un
clima convulsionado por la aparición de los movimientos guerrilleros y
campesinos que pugnaban por el reparto de la tierra a través de la Reforma
Agraria[4]. Es más
un año después (1965) hubo una similar que, felizmente, no llegó a mayores pero
demostró que no se había aprendido la lección y lo político del problema de la
violencia. A continuación un breve recuento de otros escándalos y broncas en el
mismo recinto deportivo que bien pudieron acabar en la tragedia:
1) Sudamericano
de Fútbol de 1953: Perú hizo historia al derrotar, con gol de Luis
Navarrete, por primera vez al favorito Brasil, en el máximo torneo de fútbol
que congrega a las selecciones de Sudamérica. El campeonato, que fue organizado
por Paraguay, se celebró íntegramente en Lima y tuvo como único escenario el recientemente
remodelado, por entonces, Estadio Nacional, obra de Manuel A. Odría[5],
obra que se ejecutó merced a la bonanza económica que vivió su dictadura por la
coyuntura internacional[6]. El
ex presidente tarmeño había puesto mucho énfasis en la realización de este
torneo de acuerdo con sus prédicas populistas, fines proselitistas y de
legitimación del gobierno de facto[7],
en un clima social adverso de represión de libertades y persecución a sus
opositores políticos[8]. La
noche del jueves 19 de marzo de aquel año, Lima y el país entero festejaron con
mucha algarabía el épico triunfo nacional sobre el temido ‘scratch’, país al
que se le reconocía tener la batuta del balompié sudamericano de la época. El nuevo
Estadio Nacional, lleno de bote a bote con 50 mil asistentes en su interior y
alrededor de mil personas que se quedaron sin ingresar, fue testigo de la memorable
victoria pero también de un censurable incidente que protagonizaron los
jugadores de la selección brasilera al término del encuentro[9].
El escándalo
fue provocado por los cariocas quienes malos perdedores, al finalizar el
partido, no aceptaron la derrota con hidalguía y agredieron cobardemente al
referee inglés Charles Mackenna en señal de impotencia y en protesta por un
supuesto mal arbitraje que los perjudicó. Los suplentes de Brasil ingresaron al
campo para reclamar y en confusa reacción rodearon al juez en momentos que el
público se abalanzó sobre los futbolistas peruanos para celebrar y premiarlos
por su brillante actuación[10]. Es
aquí cuando el escándalo se generaliza. El volante Danilo y el defensa Djalma
Santos fueron sindicados como los autores de las desleales acciones en contra
el árbitro; el primero le aplicó un furibundo pelotazo en la cara y el segundo
una artera patada en la nuca cuando Mackenna caía conmocionado. Antes que el
tumulto organizado degenere en una terrible batalla campal que lleve a funestas
consecuencias, la policía en rápida y enérgica intervención sofocó el cuadro y
envió a los iracundos brasileros a sus camerinos.
2) Sudamericano
de Fútbol de 1957: Lima era
escogida, por quinta vez, sede del torneo continental más antiguo del mundo que
se efectuaría durante el segundo gobierno de Manuel Prado y Ugarteche[11],
quien había ascendido al poder el año anterior[12]. Perú
figuraba entre los candidatos al título por la localía. El Estadio Nacional nuevamente
se convirtió en testigo de otro escándalo. Y los protagonistas serían dos
viejos conocidos: Perú y Brasil, selecciones que se enfrentaron en la quinta
fecha del torneo, el domingo 31 de marzo de 1957. El motivo esta vez fue un
polémico penal –que luego convirtió el genial atacante Didí– sancionado por el
árbitro inglés Ronald Lynch, quien por la bronca que se desencadenó tuvo que suspender
el partido[13].
El referee, al minuto 20’ del segundo tiempo de un partido igualado a cero que
los nacionales jugaban mejor, le cobró una discutida falta dentro del área al
defensor peruano Willy Fleming sobre el atacante brasilero Pepe.
Enfurecidos
hinchas y desconocidos ingresaron al campo para agredir al árbitro y tratar de
hacer justicia con sus propias manos. El peruano Salas intervino en el momento
exacto que Lynch iba a recibir el ataque de un aficionado. Los ánimos se
caldearon más tras el airado reclamo de Fleming por considerar ilegítimo el
cobro. El juez, atemorizado, abandonó el campo acompañado de policías y del
capitán del equipo peruano Luis Calderón antes de que se generalice la bronca.
Finalmente, no le quedó otra que suspender el partido por falta de garantías.
Este; sin embargo, no se volvería a jugar y Brasil fue declarado ganador. Perú
acabó el certamen en cuarto lugar detrás de Argentina, Brasil y Uruguay.
3) Eliminatorias
sudamericanas en 1961: Perú sumaría su segunda eliminatoria mundialista –y
otro escándalo– nuevamente bajo el segundo régimen de Manuel Prado y Ugarteche.
Caracterizó a este periodo, la crisis político-económica del Estado oligárquico
y la proliferación de las guerrillas campesinas, que ya se habían manifestado
en el interior del país en afán de mejoras en el agro[14].
Colombia resultó el país elegido para disputarnos un cupo sudamericano para el
mundial de Chile 1962[15].
A pesar de que nuestra selección, por entonces, no contó con los mejores
jugadores que brillaban en el extranjero por la negativa del permiso de sus
clubes –tales como Seminario, Loayza, Benitez, Gómez-Sánchez, Joya y Delgado– mantenía
chances intactas de clasificar directamente al mundial sureño, a jugarse en
única llave de dos partidos.
La selección
dirigida por el recordado entrenador Marcos Calderón –quien tuvo que reunir una
selección de emergencia, plagada de veteranos– cayó por la mínima diferencia en
su visita a la altura de Bogotá[16].
El partido de vuelta se jugó en Lima, que sirvió también para homenajear y
otorgarle los Laureles Deportivos al billarista Adolfo Suárez por salir campeón
en el mundial de Ámsterdam, la tarde del domingo 07 de mayo de 1961 ante un
abarrotado Estadio Nacional con más de 50 mil personas, cuyas esperanzas
estaban cifradas en que Perú derrote a los colombianos para que se dispute un
tercer partido definitorio en cancha neutral. El crecimiento poblacional limeño[17]
se vio reflejado con la monstruosa cantidad de gente que asistió aquella tarde
a nuestro primer escenario deportivo.
El encuentro no
pudo tener mejor inicio para los locales. Nuestra selección rápidamente en el
minuto 2 se pondría adelante en el marcador, de penal ejecutado por el
delantero Faustino Delgado. El gol tempranero; sin embargo, solo fue una falsa
ilusión de un buen accionar. Colombia igualó el partido y pudo ganarlo de no
fallar un penal en el segundo tiempo[18].
Con este magro empate quedamos eliminados y se comprobó el lamentable nivel y
decadencia del fútbol peruano, por entonces. Lo reprochable sucedió al final
del partido. El escándalo esta vez no vino producto de un supuesto mal
arbitraje. Ciertos malos aficionados peruanos en reprochable actitud, presas de
la frustración por el fracaso futbolístico, hicieron fogatas en las tribunas en
señal de protesta por la paupérrima actuación peruana; lenta y desorganizada, carente
de técnica y calidad. La policía tuvo que sofocar a los revoltosos y obligarlos
a salir rápido de las graderías para que este no llegue a mayores.
4) Amistoso
de 1962: Perú perdió
4 a 1 ante Real Zaragoza de España en medio de tremendo escándalo que por poco
y termina en otra tragedia que lamentar. El club de la Romareda, que contaba
entre sus filas con el concurso de los peruanos Juan Seminario y Guillermo
Delgado, se encontraba de gira en Sudamérica, tras finalizar la liga española
en la cuarta posición. Los maños, procedentes de Argentina, pactaron un par de
amistosos ante la selección nacional. Por entonces, su principal atracción era
el peruano Seminario, apodado el Loco,
quien había salido ‘pichichi’[19] de
aquella temporada 1961-1962, con el mérito de superar a grandes futbolistas mundiales
de la talla del brasilero Evaristo y el húngaro Puskas. La presencia del
artillero piurano produjo una inusitada expectativa en la afición peruana,
alentada por la prensa deportiva, desde días previos al partido contra los
chapetones.
La tarde del
domingo 13 de mayo de 1962, el Estadio Nacional se convirtió en un hervidero y
olla a presión, no solo por el flojo desempeño de la selección sino por la
discutida decisión, para el público, del correcto árbitro Arturo Yamazaki de
expulsar a la vedette del encuentro[20].
Perú perdía uno a cero desde el minuto 16, gracias a un penal bien ejecutado
por Seminario. Sin embargo, a pocos minutos de culminar el primer tiempo, el
referee tuvo por bien expulsar a Seminario por liarse a trompadas con el
defensor peruano Bravo en una jugada en ataque. El público limeño iracundo
porque no vería más al loco en el
partido, en censurable reacción se abalanzó sobre el terreno de juego para
agredir al juez. Uno, armado de chaveta en mano, emprendió veloz carrera hacia
él[21]. El
incidente, felizmente, no llegó a mayores, a pesar de que el árbitro fuera
perseguido hasta la entrada a los camerinos por una turba enceguecida de casi
200 personas que le reclamaron las expulsiones, como se aprecia en imágenes de
los diarios de la época. Hubo profunda decepción, varios detenidos y golpeados,
pero el resguardo policial a tiempo y el auxilio de sus linesman, Allemant y
Hernández, evitó una real tragedia. Mientras que las cerca de treinta mil
personas, exaltadas en las tribunas destrozaban bancas de madera en Oriente y rugían
porque Yamasaki había dado por suspendido el match y los jugadores españoles no
querían regresar a la cancha por falta de garantías.
La Federación
Peruana de Futbol, en procura de salvar el espectáculo, para calmar al público
y evitar más desmanes, ‘convenció’ a los españoles de terminar el partido. Según
las fuentes periodísticas, se les amenazó con no repartir la taquilla o
detenerlos, de no volver al campo. También se determinó, en un hecho insólito y
contrario a las reglas del juego, que para el segundo tiempo los expulsados
Seminario y Bravo regresen al campo, pero con el árbitro asistente Hernández como
principal, apaciguando de esta manera los ánimos caldeados.
5)
Eliminatorias
sudamericanas de 1965: Lima atravesaba una etapa de modernización y desarrollo
urbano durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaúnde Terry[22],
luego envuelto en una aguda crisis política y económica que terminó con su
derrocamiento por los militares. Esta inicial serie de cambios favorecida por
la acertada administración bealaundista también estuvo impulsada por el rápido
crecimiento poblacional _consecuencia de
la migración provinciana a la capital debido a la crisis del agro y aparición
de los movimientos guerrilleros en el interior del país_ que derivó en un
ensanchamiento de la ciudad[23].
En este contexto,
nuestra selección de fútbol en junio de 1965 buscó _tras dos intentos sin éxito desde
que empezó a jugar las eliminatorias en 1957_ la ansiada clasificación al
mundial de Inglaterra del siguiente año. Como recordaremos, Perú en la década
del cincuenta del pasado siglo no participó de las eliminatorias al Mundial de
Brasil 1950 y Suiza 1954, por supuestas cuestiones políticas.
A un año de la
tragedia que enlutó al país entero, que los peruanos no terminaban de superarla,
lastimosamente el público demostró que tampoco aprendieron la lección y una vez
más su inmadurez. En su tercer partido del grupo eliminatorio, Perú cayó
derrotado por 1-0 ante Uruguay en el Estadio Nacional -refaccionado por motivos de seguridad, tuvo que reducirse 5 mil localidades de su capacidad al eliminarse la perrera- colmado de 50 mil
personas, según mencionan los diarios de la época fueron 44, 033 los pagantes[24].
Con este resultado se esfumaban, en medio de otro escándalo, casi todas sus aspiraciones
incaicas de clasificar al mundial de Londres. Se tenía que ganar a los charrúas
de visita en Montevideo, único resultado que le valía a Perú para forzar un
tercer partido de desempate. Es por eso que la dolorosa derrota como locales
caló hondo y encendió a los aficionados que asistieron aquel domingo 06 de
junio al coloso del José Díaz.
Al finalizar el
deslucido encuentro ante los orientales, un sector irresponsable del público
generó reprochables incidentes, provocó desmanes e hirió a algunos policías en
protesta por el mal arbitraje, culpándolos de no evitar el juego brusco de los
visitantes. Mientras los uruguayos trataban de abandonar el campo e ingresar a
los camerinos, el público le lanzó proyectiles desde la tribuna sur. El pánico
se instaló nuevamente en el Nacional aquella tarde y por los autoparlantes se
pedía serenidad. No obstante, la policía tuvo que hacer uso de mangueras con potentes
chorros de agua para desalojar a los malos hinchas que, posteriormente, en las
afueras, aprovechando la confusión, causaron saqueos y destrozos a los negocios
ambulantes. El matiz político con que se tiñeron los sucesos quedó evidenciado
también ya que en este sector estuvo un grupo de la barra del grupo comunista
de la Universidad San Marcos y en que el agresor del policía, que salió en
defensa de una anciana a la que le alcanzó el chorro de agua, era un partidario
del APRA de la Universidad Federico Villarreal[25]. La
atemorizada delegación charrúa, casi dos horas después, recién pudo salir del
estadio con destino al hotel donde se hospedaban. Rumor de otra tragedia
inquietó las calles de Lima y redacciones de diarios y radios horas más tarde.
Felizmente, hubo algunos detenidos, heridos y golpeados, pero solo quedó en eso.
Conclusión
De esta manera, tras este breve
repaso en el periodo de tiempo que va entre 1953 y 1965, obligado por la
ocasión de los 50 años de la mayor tragedia deportiva en el Perú, hemos podido
comprobar que el fútbol en nuestro país reflejó los profundos cambios sociales
que se experimentó durante aquellas épocas. El malestar político y violencia
desenfrenada e irracional encontraron un lugar “propicio” en las pasiones que
despierta el deporte rey en los aficionados. Asimismo, queda rebatida, en
parte, la idea de que antaño se podía ir “con total tranquilidad y seguridad” a
presenciar el espectáculo que ofrecía un partido de fútbol. Al menos no siempre
fue así.
Fuentes y bibliografía:
Periódicos:
-Diario El
Comercio: marzo de 1953, marzo de 1957, mayo de 1961.
-Diario La
Prensa: marzo de 1953, marzo de 1957, mayo de 1962, mayo de 1965.
- Diario La Crónica:
mayo de 1961, mayo de 1962.
- Diario
Correo: junio de 1965.
Revista:
- CONFEDERACIÓN SUDAMERICANA DE FÚTBOL.
“Historia de la Copa América: de
Argentina 1916 a Venezuela 2007”. 2da edición.
- INSTITUTO
PERUANO DEL DEPORTE. Estadio Nacional:
una Joya Arquitectónica para el deporte peruano. K & K Editores
Internacionales. Lima. 2011.
Libros:
- BAYLÓN,
Liliana. RAFAEL ASCA [Memorias].
Grupo Punto Perú Dos. Lima. 2013.
- CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marco. Historia del Perú Contemporáneo.
Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 2007.
- KLAREN, Peter. Nación y sociedad en la historia del Perú. Instituto de Estudios
Peruanos. 3era edición. Lima. 2004.
- PEASE GARCÍA, Henry. El Ocaso del poder oligárquico: lucha política en la escena oficial,
1968-1975. 3era edición. Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo.
Lima. 1980.
[2] INSTITUTO PERUANO DEL DEPORTE. Estadio Nacional: una Joya Arquitectónica para el deporte peruano.
K & K Editores Internacionales. Lima. 2011. pp. 94
[3] PEASE, Henry. El Ocaso del poder oligárquico: lucha política en la escena oficial,
1968-1975. 3era edición. Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo.
Lima. 1980. pp. 17
[4] CONTRERAS,
Carlos y CUETO, Marco. Historia del Perú
Contemporáneo. Instituto de Estudios Peruanos. Lima. 2007. pp. 314
[5] Confederación
Sudamericana de Fútbol. “Historia de la
Copa América: de Argentina 1916 a Venezuela 2007”. 2da edición. pp. 187
[6] CONTRERAS,
Carlos y CUETO, Marco. Op cit. pp.
296
[7] Perú perdió
increíblemente por 1-0 ante la débil selección de Bolivia en el primer partido
del certamen. Odría estuvo en la tribuna muy enojado por la derrota. Al general
le llegó información de que el día anterior del partido algunos jugadores
estuvieron celebrando en el Hipódromo de Monterrico el cumpleaños de su rival
político y opositor Víctor Raúl Haya de la Torre, a lo que atribuyó el bajo
desempeño del equipo. El presidente culpó al portero Asca y ordenó
inmediatamente su encierro y traslado al Frontón. Tras algunas horas de tensa
espera gracias a la intervención de testigos que lo defendieron, el portero sería exculpado de los cargos y puesto en libertad.
RAFAEL ASCA (Memorias). Autora: Liliana Baylón. Grupo Punto Perú Dos. Lima.
2013.
[8] KLAREN, Peter. Nación y sociedad en la historia del Perú. Instituto
de Estudios Peruanos. 3era edición. Lima. 2004. pp. 367
[11] Confederación
Sudamericana de Fútbol. Op. cit. pp.
211
[14] CONTRERAS,
Carlos y CUETO, Marco. Op cit. pp.
315
[17] KLAREN, Peter. Op.
cit. pp. 393
[19] Apelativo con que se designa en España al máximo goleador
de la Liga de fútbol de primera división.
[22] KLAREN, Peter. Op.
cit. pp. 393
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