viernes, 16 de octubre de 2015

Víctor Benítez Morales, el ‘Conejo’ y su ‘ballet’

Por Ernesto Moreno * (@Ernesto__Moreno) (@Historiayfutbol)
historiatradicionyfutbol@hotmail.com 

Su nombre es leyenda en el fútbol peruano. Fue el primer peruano que tuvo su ‘ballet’ en el fútbol extranjero por su recordado paso en Italia, específicamente en el A.C. Milán donde brilló con luz propia y salió campeón en la Copa de Campeones de Europa (hoy Champions League) de la temporada 1963-1964. Trajinador y técnico back-volante adelantado de su época, como ninguno. También tuvo un paso corto, pero memorable por la selección junto a otros de su promoción entre 1957 y 1959. Nuestro país siempre ha sacado buenos jugadores en todas las décadas más allá de los buenos o malos momentos colectivos. Para muchos que lo vieron jugar se trata del mejor jugador de la historia del fútbol peruano por su temperamento y versatilidad en el campo de juego. Solo le faltó un mundial. 

Don Víctor, cuéntenos de sus inicios. 

- Me inicié en el fútbol en el club Alianza Lima. Yo provenía de una familia de futbolistas, por parte de madre, de los «Chicha» Morales, pero siempre quise que solo me dijeran Víctor Benítez, que se escribe con Z y tilde y no con S, como algunos confunden. No es cierto eso que dicen que antes los clubes no trabajaban y que los jugadores solos se hacían por su talento o habilidad. Sí nos formaban, pero nuestro primer estadio siempre era la pista y las pelotas de trapo eran nuestro mejor amigo. Hoy en día esa tradición se ha perdido en la juventud. Antes se jugaba mejor al fútbol y los sistemas eran más ofensivos como el 3-2-5. Jugué en todas las posiciones, de back, interior, hasta de delantero, y siempre fui titular en los equipos que estuve, pero donde nunca estuve porque no me gustaba era de portero (risas). 

Don Víctor, lamentablemente el año 1959 fue agridulce para el fútbol peruano: se tuvo una destacada participación en el Sudamericano de Buenos Aires, donde usted fue figura, luego en un partido que quedó para la posteridad se goleó a la Inglaterra de Bobby Charlton, los inventores del 'football', en el Estadio Nacional, pero, a la vez, fue la última oportunidad que se tuvo de ver juntos a esta notable generación de futbolistas, que antecedió a la de los setentas, conformada por Juan Joya, Juan Seminario, Miguel Loayza, Óscar Gómez-Sánchez, Guillermo Delgado y usted. Considero que de haberse contado con ustedes en los sesentas Perú hubiera ido a dos mundiales seguidos: Chile 1962 e Inglaterra 1966, pero quizás no al de México 1970. ¿A qué se debió la sufrida ausencia? 

Es cierto lo que dices, queda para el recuerdo el Sudamericano de 1957 en Lima, donde derrotamos en la última a la Argentina de los ‘carasucias, campeones del certamen, la pareja eliminatoria ante Brasil de «Didí» de 1957, donde se la pusimos muy difícil en el Maracaná a los que luego saldrían campeones mundiales en Suecia y el Sudamericano que mencionas, torneo en el que al mismo equipo brasilero, ya con «Pelé», que llegaba consagrado, le empatamos 2-2. Lastimosamente no pudimos defender más a la selección tras este año, pero no fue por desinterés nuestro o porque no teníamos intenciones de hacerlo, al contrario, ganas sobraban y queríamos seguir jugando por Perú para llegar al mundial. Sucede que muchos emigramos y jugamos por clubes del extranjero. Yo, por ejemplo, fui a Boca Juniors en 1960 y, posteriormente, a Italia y estos clubes privilegiaban más los partidos locales, y sus compromisos en torneos internacionales, antes que las convocatorias de la selección, que no tenían mucho peso para la naciente FIFA, que aún no era la poderosa industria de negocios que es hoy. La FPF, por entonces sin fuerza, no pudo hacer nada más para poder repatriarnos, como en 1961 para el partido eliminatorio que perdimos contra Colombia. 

Cuéntenos un poco de su despedida del fútbol. A inicios de los 70 regresó al Perú y fue contratado por Sporting Cristal donde se retiró. 

Sí, mire, siempre digo que me encuentro eternamente agradecido con la familia Bentín-Grande (QEPD), por haberme dado la posibilidad de retirarme de este hermoso deporte en mi país. En 1971 llegué a Sporting Cristal y jugué algunos partidos de la Copa Libertadores y del torneo local. Doña ‘Catita’ y don Ricardo eran muy humanos, como unos padres para todos nosotros. Nos trataban muy bien, no podíamos quejarnos. Ellos estuvieron también agradecidos conmigo porque recomendé a Alberto Gallardo al A.C. Milán, al que llegó en los sesentas.

*Historia, Tradición y Fútbol

(Foto: Minuto 90, Festival de Cine)

viernes, 20 de marzo de 2015

Reseña del historiador y periodista deportivo Efraín Trelles del libro: «Crónicas del fútbol peruano (1953-1977)»

Por Efraín Trelles Aréstegui

«Crónicas del fútbol peruano: Sucesos memorables 1953-1977». Ese es el título del libro que ha publicado Ernesto Moreno Ampuero y donde el lector podrá encontrar grandes triunfos, derrotas inolvidables y momentos centrales cuando lo que sucedía sobre el verde se apoderaba de todos. Por las páginas de este libro desfilan jornadas épicas en las que la maquinaria de sueños se echaba a rodar al compás de un balón.

Tengo imágenes previas de Ernesto, a quien felicito por su estupendo libro. En una de esas imágenes, Ernesto está sentado en alguna mesa de la Biblioteca Nacional del Perú. Examina un par de diarios con olor a viejo, toma notas con frenesí. Tiene la mirada brillante y los cachetes encendidos por alguna novedad cuyos detalles está anudando cabalmente para compartirlos algún día, este día, con los lectores. Un caballerito.

En la otra imagen están jugando Cristal y algún otro equipo en el Gallardo, el Wembley de abajo el puente, y le anulan a los celestes el golcito que tanto necesitaban. Me toca comentar al aire y decir, sin asomo de duda, que la posición adelantada fue visible y el gol está bien anulado. No he terminado de hablar y un barrista celeste se levanta, gira hacia mi cabina y, si el lenguaje labial es creíble, se acuerda de mi santa madrecita o piensa hacer luego una ensalada con lechuga y tomate. Es Ernesto, el barrista, que necesita ventilar de esa manera su desacuerdo con mi comentario.

La buena noticia es que en la casi treintena de relatos que componen este libro el lector podrá disfrutar por igual la rigurosidad de la investigación de fuentes y la pasión extrema que genera el fútbol respirando y sentido desde el cemento de la gradería.

Me complace la presencia de historiadores que toman la pluma en el campo deportivo. Es una presencia que nutre. El de Jaime Pulgar Vidal es otro grato ejemplo. En el caso de Ernesto creo que el cronista deportivo ha rendido su labor con excelencia. Pero no podría cerrar esta breve reseña sin señalarle una exigencia futura al historiador que ojalá sea bien entendida.


Es preciso dar el salto y salir del estadio, con la misma intención y la misma pluma encendida. Es una labor en la que me gustaría verlo pronto a Ernesto. Rindiendo la crónica urbana con la misma intensidad y desde fuera del estadio. No será fácil pero ahí está lo bonito y, si es preciso, me gustaría hasta jalarle la marca en el archivo para que su salida sea más clara y pueda llegar con todo el frente de ataque a su disposición.

Historia, tradición y fútbol